Lo que más me importa en este momento de mi vida es realmente asegurarme de que he perdonado a cualquier persona que me ha herido, o que ha parecido ser un enemigo. Asegurarme que no tengo más que perdón por todo. 

Robert Anton Wilson, poco antes de morir (74 años). 

Todo aquel que siga un camino de desarrollo en algún momento se enfrenta con la dificultad para soltar dolores causados en relaciones en las que hubo daño de algún tipo: traición, mentira, falta de apoyo, no cumplimiento de compromisos, etc. Perdonar es arduo para muchos, y no obstante indispensable para la felicidad. El dolor, el resentimiento, la rabia y el odio que se alojan en nosotros cuando no perdonamos hacen difícil que podamos abrirnos a nuestro presente, construir y crearnos un bienestar duradero. Sin embargo, aunque esto es patente muchas veces nos encontramos inhábiles para el perdón, sosteniendo por años emociones difíciles en torno a una situación ocurrida, acusando y sin paz. Desde el camino budista, el perdón consiste en ir poniendo compasión en esos lugares heridos, de tal manera que no puedan impedir nuestra apertura de corazón y en cambio nos lleven hacia una aceptación plena de lo que es y ha sido, al agradecimiento y al amor. En este post quiero presentaros 3 obstáculos para el perdón y algunas  sugerencias para trascenderlos.

Obstáculo 1: El miedo a perdonar. Muy frecuentemente, cuando iluminamos una situación dolorosa con compasión pronto nos encontramos con una resistencia en forma de miedo que nos advierte que si dejamos ir la rabia y el resentimiento, aquello que nos ha herido nos volverá a pasar. Este miedo se sostiene en la creencia errónea de que perdonar es equivalente a no sostener los límites y/o el autocuidado que representa el haber aprendido de nuestras experiencias, o que al perdonar estamos legitimando la conducta del otro. Esta creencia es falsa, pues perdonar no equivale a ninguna de estas dos cosas: El perdón es algo que pasa en tu corazón, es la acción de abrirlo a la vida como es; los límites pertenecen a la jurisdicción de lo concreto y se establecen desde la sabiduría de actuar en compromiso con el propio bienestar. Así, los límites pueden perfectamente sostenerse independientemente de que perdonemos. De igual manera, podemos perdonar sin que esto signifique que hemos legitimado una acción dañina de ninguna manera.  Puedes abrir tu corazón y luego establecer los límites que consideres sanos y sabios en el mundo concreto: puedes perdonar y divorciarte, puedes perdonar y decidir no ver a una persona por un periodo indeterminado, puedes perdonar y tomar acciones legales, en fin, cualquier cosa que consideres que debes hacer, puedes hacerla habiendo perdonado, habiendo abierto tu corazón.

  • Sugerencia: Ten claro que el perdón es algo que haces para ti, para no estar preso de las emociones difíciles, para abrir tu corazón y para alinearte con tu propósito de ser feliz. Toma la experiencia vivida y establece tus límites comprometiéndote a cuidarlos, así sabrás que puedes contar contigo para que lo ocurrido no se repita y disponerte a perdonar.

Obstáculo 2: El aferramiento a una historia y la necesidad de tener la razón. En la medida en que avanzamos en nuestra intención de perdón, es posible que nos encontremos debatiéndonos con el aferramiento a una historia en donde somos víctimas de una persona, de unas circunstancias o de una decisión, etc. Perdonar implica soltar la historia de victima y crecer en nuestra responsabilidad. Para esto hemos de reconocer que es posible que nuestros baremos sobre lo “bueno y lo malo” no sean absolutos y sobre todo, que todos tenemos nuestras luces y sombras. La dificultad para llevarlo a cabo radica en que nuestro cerebro se dispara ante el dolor en modo supervivencia, e intenta controlar las causas y consecuencias de cada cosa acontecida categorizándolas en la ilusión de que entonces no se repetirán, estaremos a salvo. A consecuencia de este funcionamiento neurológico, juzgamos y buscamos culpables y esto se constituye en un hábito que nos da una (falsa) sensación de control de lo que realmente es incontrolable. Soltar los juicios permitiéndonos ser en amplitud implica entonces trascender un hábito cortical muy arraigado.

  • Sugerencia: Reconoce el hábito de juicio y la necesidad de control y pon el foco en él más allá de la historia en concreto. Recuerda: cuando mantenemos odio y rencor hacia una persona/situación nunca es sólo una persona, es un hábito – el de juzgar y de controlar- el que se está manifestando. Para ayudarte a cambiarlo, puedes probar tratar tus problemas como si no tuvieran significancia moral -por ejemplo, como si fueran una enfermedad por la que de ninguna manera puedes culpar a otros ¡a nadie!-. Visto así, será simplemente una cuestión de lidiar con lo que hay en ti de la mejor manera que puedas. Entonces será un buen momento para afianzar tu práctica meditativa para la expansión de tu mente. Pregúntate: ¿Quién serías sin la creencia de que eres víctima de X?

Obstáculo 3: La dificultad para sentir el dolor. Cuando suceden cosas difíciles de digerir en nuestras relaciones, nos protegemos del dolor con la rabia, el odio y el resentimiento, sentándonos en la historia victimista.  Esta rabia es una coraza que amuralla nuestro corazón, impidiéndole expandirse. Si nos mantenemos en no huir, la rabia se disipará paulatinamente conforme la herida que está protegiendo cierra en la medida en que comprobamos que podemos sostenerla.

  • Sugerencia: Recuerda que la rabia está para tapar algo que es más auténtico y veraz. Puedes ir caminando hacia el perdón si estás dispuesta o dispuesto a sentir el dolor que te ha causado el engaño, la traición, la decepción, el maltrato o cualquier cosa que haya ocurrido en tus relaciones y te ha herido. Cada vez que sientas rabia o tengas pensamientos acusatorios y tóxicos, párate un momento y lleva las manos a tu corazón preguntándote ¿Qué hay bajo esta rabia? ¿Qué es lo que me duele de esta situación? Y quédate con el dolor el tiempo que haga falta, haciendo lo que necesites -llorar desconsoladamente, gritar, patalear-. El peso del rencor se puede llevar muchos años si la herida no sana, ¿vale la pena cargarlo? Comprométete con tu felicidad: para sanar hay que abrazar el dolor.

El perdón no es algo que podemos hacer de un día a otro, pero podemos mantener una intención firme y caminar hacia él, por nuestro bien y calma. Mis deseos por que haya paz en nuestros corazones.

Si quieres recibir en tu correo nuevos artículos de psicología con esencia budista con herramientas prácticas, puedes suscribirte a mi newsletter aquí:

Si te sientes identificada o identificado y quieres hacer una consulta on-line conmigo, contacta conmigo

¡Gracias!

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies